sábado, 11 de octubre de 2014
Nunca es tarde para empezar.
Se sentaba en su butaca, justo al lado de la ventana, aprovechaba y observaba lo que ocurría a través de ella. Una anciana encorvada cargaba las bolsas del mercado, un joven desaliñado se ofreció ayudarla, también escuchaba las risas de los niños jugando a la pelota en el parque de enfrente. El observaba y observaba y poco a poco tuvo la necesidad de relatarlo, de inventar historias sobre aquellas pesonillas que veía desde su octavo piso. No sabía muy bien como empezar pues no había escrito nunca, sacó una libreta vieja que tenía de cuando estudiaba y una pluma que le había sido regalada, el pensó que por fin encontraría una utilidad a aquel regalo que le había resultado tan absurdo. Tenía todo preparado, estaba listo para empezar, pero antes tenía que saber que iba a escribir, que iba a contar. Tras pensar y reflexionar tomó una decisión, escribir su propia historia , abriría su mente para explorar sus más íntimos recuerdos, para dar sus opiniones , para desahogarse de este gran mundo que le ahogaba, que le impedía expresarse tal y como era. Llevaba demasiado tiempo escondido, huyendo del mundo real, imaginándose vivir en un edén donde los problemas no existían, pero gracias a esas observaciones, a las risas infantiles, a la amabilidad de un joven, a la ternura de una señora mayor, se dio cuenta de que no podría esconderse mas tras ese cristal, lo abrió y la brisa que entró le recorrió todo su rostro, era el único impulso que necesitaba para llevar a cabo una de sus más grandes tareas, la de fabricar sus propios sueños. El tiempo corría y el no estaba dispuesto a perder mas el tiempo.
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