Yo
era la inútil, la hija de puta era yo, la exagerada, la cabrona, la estúpida,
la culpable era yo.
Cada
lunes un ramo de rosas sobre la cama. Sería su perdón, su manera de tapar
el cardenal que me provocó, era tan rojo como las flores y tan sucio como
el motivo por el que las compró. Una rosa por cada bofetada, un clavel por cada
moratón y un "Te quiero" hipócrita mientras me suplicaba que no le
abandonara.
Era
de él, su propiedad, su pertenencia, su manera de definirme, vivía bajo su
tutela sobre la pared del miedo, sobre la sombra violenta.
Me
maquillaba para ocultar aquel rostro, apagado por los gritos y consumido por el
llanto,solo yo conocía mi historia, me engañaba, ingenuamente y cegada aún
tenía la esperanza de que la bestia se transformara.
Me
decía que iba a cambiar, me amaba, me quería, me idolatraba, me compraba la
luna y las estrellas y envolvía sus palabras aún a sabiendas de que esas
promesas se desvanecían en el momento en el que las promulgaba.
Aislada,
mis amistades perdidas, mi familia olvidada, era para él, era su esclava, aún
recuerdo sus palabras "Si no eres mía, no serás de nadie" "Si te
vas, pienso matarte"
Y
volvió el lunes, maldito día, la bestia no cambiaba. Ya no eran marcas, solo
quedaban los trozos rotos de mi alma. Olía a flores como siempre, las
margaritas, las rosas, los claveles , todas ellas conjuraban un aroma que aún
me daba esperanza. Quise levantarme y no pude, quise gritar a la vida y me
tropecé con la muerte, ya no estaba sobre mi cama, mi mente no era consciente e
incrédula contemplaba que mi cuerpo estaba sobre mi féretro y que yo, ya yacía
en muerte.
Esta
es la historia de Laura, también la de Marta, la de Patricia, Carmen, Águeda,
María, Paula. Esta es la historia de aquellas mujeres que han sido asesinadas
por sus parejas, maridos, novios y que han sufrido en primera persona la
violencia Machista, porque yo no les olvido, porque la sociedad no debe
olvidarlas.